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29/7/08

Las tres aminas de la pasión

En la medicina antigua, el mal del amores era considerada una enfermedad emparentada con la locura. Desde el Antiguo Egipto hasta los tratados de medicina del siglo XIX hay alusiones a este tipo de problemas y en algunas fuentes se define con bastante precisión una sintomatología y remedios específicos. El primer tratado de Neurología de la Historia, De cerebri morbis, de Jason Pratensis (1549), incluye un capítulo titulado "De Amantibus". Antes, el Canon de Medicina del siglo XI describe muchas enfermedades mentales, aunque había una por la que Avicena, el autor del compendio, tenía particular interés: el mal de amores, al que las fuentes medievales se refieren a menudo como hereos. Se dice que Avicena diagnosticó esta condición a un príncipe en Jurjan que estaba prostrado y cuya enfermedad había desconcertado a los médicos del lugar. Avicena observó un desajuste en el pulso del príncipe cuando se le mencionaba el paradero y el nombre de su amada. El amor desapareció de los tratados de neurología y medicina a partir del siglo XIX para tener su propia literatura científica, pasando a ser objeto particular de interés de numerosos profesionales de la Psicología, sin perjuicio del interés que han tenido también algunos médicos y biólogos. Actualmente, hay numerosos estudios serios sobre las bases biológicas del enamoramiento, los científicos han definido los cambios que la "pasión" produce en el organismo de la persona que la vive y han sido identificadas más de 250 sustancias químicas relacionadas con este fenómeno, además de que empiezan a definirse con mayor precisión los circuitos cerebrales que gestionan este tipo de sensaciones y sentimientos.

Todo comienza en el cerebro, con una elevación por encima de lo normal de los niveles de dopamina y noradrenalina, que a su vez provoca una disminución del nivel de serotonina. La dopamina es un neurotransmisor que posee receptores que regulan muchas cosas distintas, por eso, aunque en este fenómeno participan muchas otras sustancias, la sola alteración de aquélla ya va a alterar a su vez muchos otros procesos. Entre otras cosas, la dopamina interfiere en el ritmo cardíaco, provocando la típica aceleración del pulso de los amantes, taquicardia, la cual está estrechamente relacionada con el ritmo respiratorio, la hiperventilación pulmonar, y como la hiperventilación es ventilación superficial, se explica fácilmente esa sensación de falta de aire en el pecho, como si no se pudiera respirar. A nivel emocional, la dopamina se asocia a estados placenteros, es el éxtasis de los amantes, una profunda sensación de bienestar. También sucede en deportistas tras un duro entrenamiento de resistencia, pues esta sustancia es un analgésico natural que es segregado cuando se activa la respuesta del dolor. Esta sustancia es la que causa el sentimiento de bienestar en algunas personas que se vuelven adictas al ejercicio, aunque este sentimiento no se produce en todas las personas porque hay cerebros más propensos a correr la ruta adictiva hacia la dopamina que otros.

La dopamina tiene relación también con el mecanismo de la ingesta regulado por la hipófisis. Como su naturaleza es básicamente inhibidora, un aumento de su secreción en el núcleo caudado del cerebro bloquea el apetito, lo que, unido a la aceleración del metabolismo en general que supone una aceleración casi permanente del ritmo cardíaco, explica que en este estado se pierda algo de peso con facilidad. Por otra parte, los estímulos placenteros hacen que el hígado libere grandes dosis de glucosa, el alimento fundamental de las neuronas, con lo que estamos alimentando la producción de más dopamina. La glucosa también es alimento de los músculos, que además de estar preparados para realizar cualquier movimiento con menor dificultad, también hace que la recuperación tras un esfuerzo físico sea más rápida, lo que, con la mayor actividad del sistema inmunológico, nos puede venir bien en situaciones de riesgo, por ejemplo para proteger a la pareja de un peligro. La dopamina tiene también otros dos efectos significativos: hace que se produzcan mayores niveles de testosterona, la hormona del deseo sexual y tiene un efecto final de aumento de la presión sanguínea, lo que ayuda a que la erección sea más fácil. Por otra parte, los capilares que se encuentran en la vagina reciben mayor cantidad de sangre, lo que hace que aquélla se dilate con mayor facilidad, ayudando en la penetración.

A otro nivel, unos niveles elevados de dopamina en el cerebro producen una gran concentración de la atención, así como una motivación inquebrantable y una conducta orientada a un objetivo. Los amantes se concentran intensamente en el amado, excluyendo todo lo demás. De hecho, se concentran de tal modo que se pueden pasar por alto los defectos o cualidades negativas en una actitud que al tiempo que roza la adoración, explica la idealización. La intervención de la dopamina puede incluso explicar la dependencia emocional de los amantes. La dependencia y el ansia son síntomas de adicción, y todas las adicciones importantes están asociadas con altos niveles de dopamina. Es curioso que la pareja se presente como una persona única en el mundo, pues esta sustancia ha sido asociada con el aprendizaje de los estímulos novedosos.

La noradrenalina (o norepinefrina) es una sustancia química derivada de la dopamina. Sus efectos pueden ser variados dependiendo de la parte del cerebro que se active, pero en general un aumento de sus niveles provocan euforia, insomnio y pérdida de apetito, sin embargo lo más destacado de esta sustancia es que se la ha relacionado con la capacidad para recordar estímulos nuevos, lo que explicaría por qué el amante puede recordar los detalles más nimios de todo lo que tenga relación con su ser amado.

La serotonina es un compuesto químico que puede adoptar varias formas moleculares (hay al menos 14 tipos) y tiene mucho que ver con el estado de ánimo en general. Ha sido descrita como una sustancia sedante y antidepresiva, sin embargo, en el enamoramiento disminuye, siendo responsable del pensamiento intrusivo, la obsesión de los amantes que se pasan constantemente pensando el uno en el otro. En un estudio realizado con pacientes sanos no enamorados, pacientes sanos enamorados y pacientes sanos no enamorados pero afectados de trastornos obsesivo-compulsivos no tratados, se ha visto que tanto los enamorados como los que sufrían TOC presentaban bajos niveles de serotonina respecto del grupo control sano y no enamorado. Y es que ciertamente el pensamiento intrusivo de los amantes bien podría calificarse de obsesivo.


Se dice que el cuerpo no podría soportar una pasión fuerte durante más de 3 meses, y es lógico si tenemos en cuenta todo el desbarajuste bioquímico que se produce en este estado. Prolongarlo demasiado tiempo podría resultar perjudicial para la salud, así que al cabo de cierto tiempo, el propio organismo parece que retorna a un estado de equilibrio. 

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