En la web oficial del foro puede consultarse el programa completo, así como leerse breves artículos que recogen el contenido principal de las charlas, e incluso verlas en directo. La verdad es que me lo he pasado muy bien. Han sido unas charlas interesantes, amenas y divertidas. El ambiente distendido y desenfadado, buen rollo y humor. Se ha pasado el tiempo bastante rápido. Las instalaciones del hotel que recogía la celebración del evento, muy chulas y confortables. El aforo no se completó ni mucho menos, pero no éramos pocos. Móviles táctiles, portátiles y netbooks sobre las mesas de unos cuantos asistentes, y algún que otro ipad, twitteando en directo el acontecimiento, cuyos contenidos procedo a repasar sin más dilación.
Ciencia ficción y escepticismo
La primera cuestión que el moderador quiso tratar con los invitados fue que relataran un poco qué experiencias les habían conducido al desarrollo del sentido crítico y escéptico, ante lo cual todos parecían tener en común una cosa: la atracción por la ciencia ficción. Todos empezaron de jóvenes teniendo gran interés por diversas temáticas tratadas por la ciencia ficción, un patrón común ya bastante interesante de por sí. La cifi siempre ha tenido ese gancho natural que fascina porque al margen de los efectos especiales y del mejor o peor acierto en el uso de la ciencia, juega creativamente con posibilidades que por ser diferentes a lo conocido plantea reflexiones interesantes, consigue fácilmente y casi sin querer hacernos pensar. Este es en mi opinión el gran mérito de la cifi y quizá es el responsable de que muchos escépticos y críticos a los que les gusta conocer cómo funciona el mundo veamos en ella un atractivo vehículo de satisfacción de esas necesidades. Aunque la cifi es, naturalmente, eso y más cosas. Por otra parte, todos empezaron también sintiendo atracción por algún tema pseudocientífico, al que al principio se acercaban con la sana ingenuidad del que quiere desentrañar los misterios de lo desconocido y lo fascinante de la investigación. Es así como muchos críticos conocen el escepticismo: empiezan siendo crédulos, se interesan por un tema y cuando investigan para conocer los detalles, por el mero interés del que explora un nuevo y posible campo del saber, se llevan la gran decepción de la falta de pruebas, los datos manipulados y los engaños descarados. Y no es que los científicos estén en contra de que nos visiten los extraterrestres, como apuntaba Luis Alfonso Gámez, de magonia, porque qué mayor placer podría ser para ellos, como científicos, el que esto fuera cierto. Nos gustaría creer que así es, lo estamos deseando. Las posibilidades en cuanto a exploración de nuevos conocimientos serían inmensas. El responsable de magonia también comentó, a propósito de la pseudociencia, que hay temas que son atractivos por sí mismos, como las pirámides, que no necesitan de extraterrestres para llamar la atención, y que ese tipo de cuesiones deberían ser aprovechadas para informar adecuadamente, ya que se pueden hacer cosas chulas con contenidos reales y verdaderos, simplemente por ser los temas que son, sin necesidad de modificarlos. También se aludió a la importancia del pensamiento crítico como una herramienta de la que hacer uso simplemente para comprobar que no nos estén engañando. Uno de los invitados empleaba como metáfora explicativa el acto de comprar un coche de segunda mano, en donde antes de comprarlo efectuamos algunas comprobaciones, tales como mirar un poco el motor o pegarle cuatro patadas a las ruedas, como un ejemplo de pensamiento crítico. Si lo usamos para eso, usémoslo también para lo demás. Comprobemos las cosas, no nos las creamos porque sí, cuestionémoslas.
Estrategias de captación
Otra cuestión inquirida por el moderador fue la relativa al tipo de público al que los blogueros pretendían llegar, así como la cuestión más general de cómo hacer llegar el pensamiento crítico a todo el mundo. Aquí se plantearon dos estrategias diferentes. Mauricio Schwarz, de El retorno de los charlatanes, era partidario de un estilo crítico directo y agresivo, motivo por el cual algunos lectores le atribuyen cierta brusquedad en sus textos. Esto presenta el inconveniente de ser un periodismo un tanto limitado al círculo de quienes sean simpatizantes de sus ideas, de tal forma que un título directo y negativo como "La Power Balance es un timo" ya por sí hará que quienes crean en ella no se sientan tentados de leer el artículo. Es una cuestión psicológica. A la gente no le gusta que le digan que está equivocada. Las negaciones directas causan un impacto psicológico negativo de buenas a primeras, como ya comentaba perspicazmente Dale Carnegie en Cómo hacer amigos e influir sobre las personas, quien sugería un poco más de tacto en estas cuestiones. Quizá por ello Javier Peláez, de La aldea irreductible, usa una estrategia diferente. Él propone, según sus propias palabras, el uso de títulos confusos, y bromeaba con la famosa pulsera explicando que en lugar de "La Power Balance no funciona", él la titularía "La Power Balance hace de las suyas", de tal forma que hasta los crédulos que la han comprado se sientan atraídos o tentados de leer el contenido, lo que aumenta las probabilidades de que se informen al respecto. Yo comulgo más con este segundo punto de vista. Si queremos llegar a todos, incluidos los crédulos, si queremos tener la posibilidad de "convertir" a los "infieles", hay que ser más listos que ellos, hay que utilizar la psicología, que para eso está. ¿No la usan los publicistas para incitarnos al consumo? Pues los divulgadores no deberían tener más escrúpulos.
El maltrato de los científicos en televisión
El tema de los científicos y pensadores críticos como colaboradores en programas de televisión, tanto debates como secciones, tuvo también su lugar en esta charla. Los invitados explicaron cómo muchos científicos eran invitados a programas que no tenían nada que ver con el tema que supuestamente irían a tratar, encontrándose de repente en situaciones embarazosas con el sentimiento casi vergonzoso de no pintar nada ahí, y todos nos acordamos del "he venido a hablar de mi libro" y comprendimos un poco mejor lo mal que podría uno sentirse si es llevado engañado a un programa de televisión. También se distorsionan muchas intervenciones de científicos invitados, sacándolas de contexto o usándolas para beneficio del propio programa, sirviéndose del halo de prestigio que envuelve a la ciencia auténtica para forzar el avalamiento de la pseudociencia ofrecida. Se mencionaron también algunas artimañas de estas revistas: montajes fotográficos o infográficos hechos por encargo a estudios audiovisuales para usarlos como pruebas en los contenidos de sus revistas o documentales, destapados por el crítico que se pone en contacto personal con el estudio en cuestión que confirma la autoría del encargo, y por ende, del engaño, y encubiertos luego tras la publicación del crítico y la posterior negativa de las revistas y estudios a realizar declaraciones al respecto. En relación con este tema me gustaría recordar también las palabras de denuncia que escribió la psicóloga Pilar Varela relativas a la mala puesta en escena que suelen tener los científicos como invitados en programas de televisión, frente a los vendedores de humo, auténticos showmen avezados en el arte de meterse al público en el bolsillo mediante el uso de la palabra como arma, no de verdad, sino de autoridad. Otra estrategia magufa, muy de moda últimamente, es la de cambiar los términos de toda la vida por tecnicismos que suenan a ciencia sin serlo, creando un mayor impacto en la gente. Luis, de magonia, ponía como ejemplo el reciente cambio terminológico que ha sufrido la psicofonía de toda la vida, palabra que ya no era seria y se tomaba a risa incluso entre los no críticos, por el más modelno palabro transcomunicación instrumental, que claro, queda más fino y como que parece más serio.
¡A mí me funciona!
La gran trampa psicológica del crédulo. El "a mí me funciona". La salida que todo crítico más teme escuchar por ser el argumento ante el que menos puede hacer. Un autoengaño en donde es el propio individuo quien le otorga todo el poder a la creencia al realizar atribuciones erróneas. Se combina con la superstición en el otro gran clásico: "daño no me va a hacer". Y así es como tenemos a más de la mitad de la población llevando algún tipo de prenda de color rojo en Nochevieja. Unos porque creen que da suerte. Otros por si acaso, total, daño no les va a hacer. También es interesante comprobar cómo funciona la mente humana cuando se desvela una estafa. El sujeto busca automáticamente alguna otra manera de justificar la inversión para sentirse mejor, y así tenemos a personas que han adquirido pulseras milagrosas y finalmente se convencen de que no funciona, reaccionando con un "bueno, queda chula". Conozco a una persona que invirtió una considerable suma de dinero en una de estas nuevas plataformas vibratorias, que únicamente vibran pero que prometen adelgazar y tonificar los músculos. Conseguí convencerla de que es imposible que sirva para ese propósito y le busqué razones argumentadas por Internet. Su reacción fue: "Vaya... Bueno, por lo menos las sesiones me dejan relajada y duermo mejor". Queda pues comprobado que "el que no se consuela es porque no quiere".
La fuerza de la creencia
Pero que una revista o una persona niegue los hechos de los que se le acusa no es lo peor o más triste que puede suceder. Lo más triste que puede suceder y que de hecho sucede es cuando el medio difusor del bulo reconoce públicamente la estafa y, pese a ello, quienes se lo habían creído niegan entonces la validez de la confesión y se reafirman en la creencia del engaño. Y es que la estupidez humana a veces parece no tener límites. Y hablando de creencias les dio tiempo a los invitados a mencionar la Psicología cognitiva y la inmensa cantidad de maneras que tenemos de engañarnos a nosotros mismos, sobre lo cual los invitados nos pusieron algunos ejemplos prácticos divertidos de los que participamos todos los asistentes en vivo y en directo. Con Mauricio vimos manipulaciones de imágenes para convertir casi cualquier cosa en un elemento parapsicológico, y con Luis Alfonso Gámez vimos un par de pareidolias, incluida la famosa pareidolia sonora de la canción "Stairway to heaven" de Led Zeppelin, que como yo no la conocía, la descubrí en tiempo real en aquel momento y me quedé pasmado. También se comentó que aunque según la Psicología poseemos esquemas mentales que favorecen la creencia irracional, porque nuestro cerebro posee también una heurística para resolver problemas que no necesariamente apela a la razón, aunque solo sea por cuestiones de eficiencia (añado yo), no obstante las personas distinguen bastante bien la fantasía de la realidad, y llega a la conclusión de que el problema está principalmente en que la mayoría de las personas carecen de datos alternativos (y a menudo opuestos, añado también) a los que les ofrecen los medios con los que tienen contacto habitual, siendo todo esto más una cuestión de desinformación que otra cosa, lo que nos conduce al problema de la educación y la responsabilidad de los medios de comunicación, temas que han sido tratados en la charla siguiente y de la que hablaremos el próximo día.
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