Las siguientes palabras de protesta y reivindicación, aunque escritas por una psicóloga y referidas a su campo, pueden extrapolarse y aplicarse perfectamente a la lucha en general entre la ciencia y la pseudociencia y usarse como un llamamiento a la cordura, a la crítica y el buen juicio.
Para muchos españoles la televisión es el único maestro que les enseña cómo es el mundo. Sin embargo, los modelos que presenta la tele no son los más deseables, y esto también afecta a la psicología, que en los últimos años está adquiriendo un protagonismo mediático considerable con la presencia de psicólogos en todas las cadenas. En nuestra disciplina existe mucho intrusismo profesional, no hay más que mirar alrededor para comprobar cómo abundan los psicólogos de dudosa titulación, los psicoterapeutas que jamás pasaron por nuestras Facultades y las escuelas de desconocida procedencia. La psicología proporciona un prefijo muy usado -psico- que da un aire de sofisticación apreciable. Se empezó con psicopedagogos y psicosociólogos y hoy abundan los psicodiseñadores, psicocreadores, psicopeluqueros. Detrás de cada título rimbombante se esconde una sospecha. Este río revuelto no se da en las ingenierías, ni en la arquitectura, ni en la mecánica, sino en el campo de las ciencias de la salud mental, donde los intrusos pueden moverse envolviendo en confusión su carencia de complejidad, conscientes de que la gente no siempre sabe separar el grano de la paja. El problema es que los confusos venden su mercancía con más audacia y éxito que los auténticos profesionales. La ciencia es cautelosa y tiene muchas reservas; la pseudociencia, en cambio, no tiene reservas, ni dudas, solo certezas y remedios milagrosos, y eso vende más. En un programa de televisión un charlatán puede fascinar, porque no tiene barreras, lo sabe todo, lo resuelve todo. La fórmula funciona: cuanto menos fundamento científico se posee, más remedios infalibles se ofrecen. Los psicólogos nos prevenimos cuando se trata de compartir un micrófono con uno de estos personajes, porque se hace cierto lo que dijo Kant: "No discutas nunca con un tonto porque no se notará la diferencia". Frivolizar sobre nuestra disciplina es una forma de llegar a más gente, pero no la más honesta. Los verdaderos profesionales hemos de garantizar el respeto a la psicología. Es posible formular un discurso atractivo y a la vez riguroso; pero lo segundo no debe descuidarse nunca en pro de lo primero. Se corre el riesgo de que, en poco tiempo, tanta saturación mediática se vuelva en nuestra contra y el buen trabajo de grandes psicólogos se diluya en el magma de los caraduras y los psicoaprovechados.
Pilar Varela para el número 63 de Psychologies Magazine
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