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3/10/08

Biología de la infidelidad

La monogamia es un tipo de relación de pareja caracterizada por la exclusividad sexual, frente a las formas poligámicas, en las que se contemplan o se consienten relaciones íntimas con más de un individuo, con o sin vínculo psicoafectivo profundo de por medio. La monogamia está muy extendida, pero no es la norma. La exclusividad sexual responde a la ancestral necesidad de nuestra especie, durante los procesos de hominización, de sobrevivir en un entorno ecológico altamente hostil, en el seno del cual articular los grupos humanos en torno al concepto de familia mononuclear suponía una importante ventaja en tanto que cada macho centraba su atención y sus esfuerzos en la protección de una única hembra al tiempo que se aseguraba la crianza de la descendencia propia y no ajena (aunque esto nunca sucede al 100%). En el reino animal, a ningún macho le hace gracia criar hijos bastardos y muchos que se encuentran con esto los asesinan sin más. La naturaleza es así de fría, calculadora y cruel: cada animal está diseñado para transmitir su paquete genético, es su única misión en la vida y la causa principal de las luchas intraespecíficas por el derecho de apareamiento que vemos en los documentales de animales.

La monogamia pudo evolucionar para asegurar la continuidad de la especie, condicionando nuestra biología y articulando nuestra cultura en torno a ella. Decía que el hecho de adoptar un modelo monogámico no garantiza el cuidado de hijos propios al 100% y siempre han existido tasas de infidelidad o promiscuidad bastante discretas pero suficientes para ampliar la diversidad genética de la especie, lo que nos permitiría hablar de una auténtica biología de la infidelidad. Me ha parecido muy interesante esta entrevista realizada por la "Revista Buena Salud" a la psicóloga y sexóloga clínica Diana Resnicoff sobre diversos aspectos de la infidelidad.

Aun entre el resto de las "bestias", el modelo de relación monógama que adoptan se denomina monogamia secuencial, que significa que la exclusividad de la pareja existe solo durante el período de crianza de la prole, tras el cual se puede formar otra pareja diferente. Esta misma monogamia secuencial o "monogamia en serie" es la que opera entre los humanos, que forman nuevas parejas tras rupturas, crisis, fallecimiento de uno de los miembros y derecho reconocido del otro a rehacer su vida, etc, pero el hecho es una secuencia de parejas, por lo que, en principio, no sería una monogamia rigurosa. Se convierte en monogamia rigurosa cuando entra en juego la voluntad, que es justo lo que nos distingue del resto de los animales. El propio Darwin creía que el ser humano es el único animal moral, y ciertamente parece ser el hombre el único animal capaz de supeditar su propia naturaleza a cuestiones morales o culturales. De esta guisa, en el ser humano la fidelidad de la pareja sólo se afirma en la decisión mutua y consciente de mantenerla, motivo por el cual en otras entradas proponía hablar de las relaciones de pareja como "contratos".

No hace mucho leía yo en la prensa que la mayoría de los animales son infieles por naturaleza, según análisis genéticos desprendidos del estudio. No me sorprendía ni lo más mínimo, pues con las ideas de la Biología evolutiva delante de las narices, no es muy difícil imaginar que la promiscuidad garantiza la perpetuación de la especie. Poco después, salía otra noticia que hablaba del gen de la infidelidad, de la que muchos medios se hicieron eco, pero que venía a confirmar un poco lo que ya sabíamos a nivel bioquímico sobre los efectos de sustancias como la oxitocina y la vasopresina en la conducta de los individuos, que paso a explicar un poco a continuación.

Para los que estén leyendo estas líneas con escepticismo y sin querer creérselo del todo, abordaré esta cuestión directamente con la explicación de un experimento científico llevado a cabo con ratones que les dejará con la boca abierta, que es como me quedé yo cuando me enteré. Se sabe que los llamados ratones de pradera y ratones de pantano presentan sexualidades diferentes. Los primeros son monógamos: después de encontrar una pareja, se quedan con la misma, la guardan celosamente y le ayudan a criar a la prole. En cambio, sus parientes los ratones de pantano, se relacionan con varias hembras y prestan poca atención a las crías. Cómo ha tenido lugar el descubrimiento con ambos tipos de ratones, lo recoge con bastante detalle un ensayo de divulgación titulado El misterio de los genes (1998), de Dean Hammer y Peter Copeland que tengo en mi biblioteca. Os cito la parte correspondiente al asunto que tratamos:
¿Es posible que algo tan culturalmente contextual como el "compromiso" pueda ser biológico? Aunque no hay pruebas de que así sea en los seres humanos, cierto animal llamado Microtus proporciona un fascinante ejemplo del control que puede ejercer la composición genética y la bioquímica cerebral en la conducta. Los Microtus son pequeños roedores, similares al ratón de campo. Existen dos especies estrechamente emparentadas: los de pradera y los montañeses; tratándose de compromiso, estas dos variedades no podrían ser más diferentes. Los Microtus machos de la pradera se aparean de por vida y rechazan con garras y dientes a cualquier macho que quiera entrometerse. Por contraste, los machos de la montaña se aparean con todo el mundo. ¿Por qué los dos tipos, tan similares en casi todos los aspectos, son tan diferentes en cuanto a compromiso?

Los investigadores Thomas Insel y C. Sue Carter, del Laboratorio de Neurofisiología del Instituto Nacional de Salud Mental, descubrieron que las dos especies presentaban diferencias notables en el patrón de los receptores de una hormona peptídica llamada vasopresina. Cuando se bloqueó la vasopresina en el cerebro de los Microtus machos de la pradera, normalmente fieles, se apareaban con cualquier hembra de la colonia y no defendían a la suya de los otros machos. Era como si el más fiel de los esposos cayera de súbito en la promiscuidad. La reacción química funciona también a la inversa. Cuando un Microtus de la pradera macho convive con una hembra, su cerebro produce más vasopresina que cuando está solo. No se detectaron cambios en los machos de la montaña ni en las hembras de una u otra especie. Por ende, una pequeña diferencia genética entre las dos especies ha provocado una gran diferencia en la conducta sexual, simplemente al cambiar la cantidad y distribución de una hormona cerebral.
Revista Viva recoge más detalles:
Un estudio riguroso sobre estos ratones develó que la causa de su infidelidad podría estar en una menor cantidad de receptores de vasopresina, una hormona conocida como antidiurética. Los genetistas de Emory, a partir de ese caso, intentaron revertir las costumbres de ese ratón picaflor. Y lo lograron mediante un audaz experimento. Aislaron el gen que regula cantidad de esa hormona en los ratones de pradera y lo introdujeron en el del pantano. El resultado no pudo ser mejor. El ratón infiel cambió sus costumbres y eligió a una sola compañera.
Todo esto no se ha hecho en humanos, pero estoy convencido de que es lo mismo. Las consecuencias de esto podrían ser escandalosas. Imaginad que pudieran fabricarse fármacos que regularan la actividad de la vasopresina. Las mujeres desesperadamente celosas acudirían a su médico de cabecera bajo la premisa:
—Buenos días, doctor, venía a que le recetara a mi marido unas pastillas para curarle la promiscuidad.
Pues por bizarro que pueda parecer, yo creo que podría ser una realidad, aunque los expertos digan que no:
Luego de todos los anuncios, científicos de esa casa de estudios se vieron obligados a aclarar que el experimento, hasta el momento, sólo puede realizarse en ratones. Que no es posible hacer un cambio de genes en ningún marido por pedido de alguna esposa que viva al borde del ataque de celos.
Hay otra línea de investigación diferente que también nos sugiere cosas. La lógica del titiritero recoge la relación hallada entre la
longitud de la proteína del receptor de dopamina y la intensidad del rasgo psicológico denominado búsqueda de novedad, a propósito del estudio del trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Las personas que dan un puntaje elevado en este aspecto, suelen caracterizarse por ser arriesgadas, impulsivas, exploradoras, se aburren rápidamente, necesitan estar haciendo algo nuevo constantemente y, en el marco de las relaciones interpersonales, tienden a ser desinhibidas e infieles y suelen ser relaciones problemáticas. Al parecer, se ha visto que la tasa de divorcios es mayor en este colectivo respecto de la media de la población. La dopamina está asociada con el sistema de recompensa del cerebro, que es un mecanismo bioquímico que sirve de motivación proactiva. La naturaleza sabe lo que nos gusta porque somos sus hijos, y la recompensa no es otra que las sensaciones de placer y bienestar. Es lógico que sea una sustancia responsable de la pasión y el amor romántico. Pero en concentraciones demasiado elevadas, como parece ocurrir en personas con determinado tipo de trastornos como el mencionado, las mueve a la exploración continua, un rasgo psicológico cuya salida en el terreno de las relaciones de pareja bien puede manifestarse en forma de infidelidad.

Como reflexión personal, creo que no podemos cambiar nuestros genes, al menos de momento, pero usar fármacos que hagan de activadores/bloqueadores de receptores bioquímicos sí me parece factible. En cualquier caso, no sé hasta qué punto esto sería procedente, al fin y al cabo, la promiscuidad no solo cumple un papel importante en la perpetuación de la especie, sino que además es un derecho natural que tenemos todos, y ya hemos dicho que la fidelidad es una cuestión de voluntad. Me niego a poner a la biología al servicio de la cultura. Es al revés, aunque últimamente empiezo a no ver dicotomía entre ambos términos, y empiezo a imaginar que de algún modo son lo mismo.

Un saludo.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca cometas el error de comparar sin más a un ser sin consciencia con uno con ella :-)

Sé que soy pesado con el tema, pero para mí es la principal diferencia entre el hombre y el resto.

Anónimo dijo...

Sí, bueno, es muy posible que en los seres humanos haya aspectos que compliquen un poco más el tema (si bien lo que sea que nos diferencia del resto de los animales no deja de estar determinado biológicamente), pero en esencia, y teniendo bien presente que la bioquímica manda, creo que es perfectamente extrapolable.

Anónimo dijo...

Bueno, no estoy de acuerdo, pero vamos, no es una cuestión de discutir en los comentarios de una entrada de un blog :-)

Anónimo dijo...

Pero no estás de acuerdo en qué exactamente? Porque hombre, se sabe que en los humanos la vasopresina, oxitocina y demás juegan también esos mismos papeles en lo que a comportamiento de pareja se refiere. No creo que vayas a negar eso ahora.

Anónimo dijo...

Por supuesto que no, pero creo que en los humanos hay factores que modulan la acción de los químicos de forma que no puedes decir que un hombre deje de ser monógamo por darle pastillas de nosequé. Que yo sepa hay algunos hombres que no se guían exclusivamente por sus instintos e impulsos, sino que piensan lo que hacen. Al menos eso dicen ;-)

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo contigo, eso no lo ponía en tela de juicio. De hecho ya he dicho que la fidelidad en los humanos es una cuestión que también depende, a diferencia del resto de animales, de la voluntad. Pero imagino que la bioquímica sí podría determinar predisposiciones o tendencias estadísticas que podrían ser constatables. Ahora, que se pueda cambiar esa actitud con tomarse una pastilla... pues hombre, no sé si esto es un tema tan complicado que requiera algo más que unas pastillas, pero tampoco me extrañaría. Piensa en la depresión, por ejemplo, que es simplemente una disminución del nivel de las aminas cerebrales. La depresión puede parecer algo sumamente complejo, pues el paciente percibirá el mundo de forma totalmente diferente, con mucha negatividad. Tú súbele esos niveles con una pastilla y ¡pum! de repente está animado y es positivo y optimista. Si un fármaco es capaz de hacer eso, no veo por qué no va a ser capaz de lo otro (que no me parece que sea mucho más complejo). Piensa que, en realidad, es como si fueran unas pastillas afrodisíacas o unas pastillas anti-afrodisíacas, y afrodisíacos ya los hay. Concedo que en el caso de los humanos hay cuestiones culturales de por medio y que uno puede sentir deseos "pecaminosos" pero someterlos voluntariamente por una cuestión de principios o lo que sea, esto no lo discuto. Para que tenga razón, me basta con que sienta esos deseos pecaminosos, aunque luego los reprima por cuestiones morales o del tipo que sean :-P

En resumen, que no me parece descabellado :-P

Anónimo dijo...

A ver, por supuesto. Pero yo me imagino que ahora me dan una pastilla que me hace estar deseando tirarme a cualquier hembra que pase ante mis ojos. Dependerá de cada persona, pero yo simplemente me sentiría "cachondo", pero no lo haría, por sus consecuencias, porque para mí no sería adecuado. ¿En otras circunstancias? Pues puede que sí. Nunca he negado que afecte, sólo digo que no es extrapolable por no ser el factor determinante.

Sin embargo pensando un poco en la humanidad en general puede que no sea tan complicado, he visto de todo en esta vida, jeje :-)

Ah, por cierto, lo que seguramente sí funcionaría son los anti-afrodisiacos, peusto que si no hay ganas no hay ganas, no importa lo que quiera hacer tu fuerza de voluntad xD

En resumen, tengo bastante curiosidad por hasta qué punto la conciencia y voluntad humana se puede modular con químicos, pero supongo que habrá muchos niveles dependiendo de la persona, y que lo que define al ser humano es la capacidad de reflexión ante su actuación. ¿Se podría suprimir?

Mmmm...

Anónimo dijo...

Interesante, sí. ¿Suprimir la capacidad de reflexión? Pues no me atrevo a decir que no, pues, aunque sea lo que nos distinga de los animales, no deja de ser algo que tenga sus mecanismos bioquímicos reguladores, así que, si se supiera más, tocando en ellos muy probablemente sí. Imagina un fármaco que contenga un cóctel bioquímico que bloquee la vasopresina y disminuya la oxitocina (sustancias relacionadas con el apego en la pareja), eleve la dopamina (la del deseo) y... mmm, espera un momento, estoy pensando que el mismo hecho de enamorarse perdidamente de una persona ya perjudica seriamente la capacidad de reflexión (no en vano se habla de "perder el juicio" por una persona), y eso es debido a las sustancias de la pasión, que son un colocón pal body que provoca un desbarajuste brutal. No obstante, tampoco es la norma, porque sabemos que hay gente más pasional por naturaleza que otra. Muy probablemente la predisposición a enamorarse más locamente o menos esté determinada genéticamente. Estoy convencido de que los menos pasionales es porque tienen menos dopamina o lo que sea, así que si se la elevamos mucho, es decir, si les administramos un cóctel que eleve lo que tiene que elevar y disminuya lo que tiene que disminuir, podríamos manipular las capacidades emocionales de las personas.

En otro orden de cosas, reconozco que quizá me precipité, pues con el ejemplo tajante de las pastillas estaba reduciendo la poligamia a mera "promiscuidad", cuando también existe la poligamia no debida al deseo inmediato, como los árabes y sus harenes.

Ahora bien, la idea viene a ser que si te bloqueamos la vasopresina, dejarías de tener "sentimientos" de apego con tu pareja. Es decir, voluntariamente, puedes tomar la decisión de seguir con ella, pero tu "voluntad" entrará en grave conflicto con tus "sentimientos" y, como mínimo, te provocaríamos una "crisis de pareja". Y ahora bien, ¿seguirías estando con una persona sin tener claro a nivel emocional (no a nivel racional) que desees estar con esa persona porque te hace sentir bien? Es justo el motivo por el que muchos acuden a terapias de pareja y esas cosas. Lo lógico es que, cuando surgen dudas en una pareja, hay que hablarlo con calma para ver cómo se puede solucionar, y la voluntad puede hacer que decidas seguir un tiempo a ver si se logra superar el bache y se pueden recuperar los sentimientos, reactivar la pasión, etc, esas cosas. Como los ratones no saben nada de compromisos voluntarios, modificar su bioquímica es sinónimo de modificar su comportamiento inmediatamente. Los seres humanos somos los únicos que podemos doblegar nuestra propia naturaleza por medio de la voluntad, pero, ¿hasta qué punto? pufff, no lo sé, no me atrevo a decir nada. Lo que sí sé es que ese ejercicio de doblegamiento no es habitual entre los seres humanos :-P

Anónimo dijo...

¿Ves? Justo esa parrafada que has escrito es lo que yo decía, que requiere muchas vueltas :-)

De todas formas dado que el cerebro es un sistema químico siempre se podrá alterar lo suficiente, pero claro, podemos entrar ya en el punto de "destruir" a la persona, con lo cual no es que cambie su comportamiento, es que cambia la persona en sí. Porque ¿qué define a una persona si no su cerebro, su forma de ser y pensar? Pues si cambias eso...

En cualquier caso, interesante...

Anónimo dijo...

Me compraré una tonelada de pastillas de esas si llegasen alguna vez a ponerla a la venta!.

De eso estate seguro :)

Anónimo dijo...

LuZ

Anónimo dijo...

y yo que pense que la monogamia era un mito.. en el que yo solo creia.

Anónimo dijo...

Puede que una pastilla afecte a tu libido, y te haga que tu pareja te resulte menos apetecible sexualmente...pero luego esta el tema de amar. Tu amas sin importar el fisico (amas a tus padres, hermanos amigos...y a tu pareja).

Anónimo dijo...

Pero no me refiero a eso, Maeglin. Eso ya existe actualmente con el tema de los afrodisíacos, por ejemplo. Pero es solo para el tema del mero impulso sexual, no hablo de tener o no ganas de follar, precisamente hablo de un hipotético fármaco que suprimiría un poco justamente eso a lo que tú llamas "amar", porque una cosa es que estés con una persona aunque no "tengas ganas" (y esas ganas podrían manipularse bioquímicamente), y otra muy distinta que estés con una persona porque quieras estar (y aquí es donde yo postulo que este otro tipo de ganas también se podría manipular bioquímicamente, por así decir).

Anónimo dijo...

Si un fármaco te incapacitara para amar...no amarías a nadie (familia inclusive). Series un ser sin emociones. Un horror.

Anónimo dijo...

Bueno, mujer, he dicho "un poco", tampoco creo que haya que exagerar, ni corto ni tan calvo, podemos verlo más bien como un "convertirte en un Don Juan Tenorio", por ejemplo. ¿Don Juan Tenorio no "amaba" a nadie? ¿Crees que la gente promiscua que no "siente" inclinación a estar solo con una persona no ama, ni a familia ni a amigos? Aún voy más allá: ¿piensas que "amar" implica necesariamente monogamia? Porque estas y no otras son las cuestiones que trato de plantear ;-)

Anónimo dijo...

juas juas...vale, igual me he pasado un poco. De todas formas como tu bien dices una cosa es amar y otra la libido. No solo los monogamos aman, naturalmente, sobre todo porque aunque actualmente yo pueda considerarme monogama...amo a mucha gente...no solo a mi pareja. Y estoy segura que gente que es poligama, no solo lo hace por promiscuidad, sino que habrá quien ame a sus compañero@s.

 

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