Sobre la duración del coito

Imaginémonos un mundo feliz en el que en la interacción sexual no existieran obligaciones. Si tuviera que escribir el acta constituyente de sus estatutos, probablemente empezaría con estos artículos:

1. Ningún varón está obligado a hacer que el coito dure más de cinco minutos.
2. Ninguna hembra está obligada a aguantar a ningún varón que haga que el coito dure más de cinco minutos.

Y como no hay dos sin tres:

3. Ninguno de los participantes estará obligado a cumplir los puntos 1 y 2 y ninguno de ellos está tampoco obligado a saber lo que significa el término "coito".

Preocuparse por la duración del coito genera dos cosas: preocupación y coito. Ninguna de las dos es necesaria para desarrollarse como seres sexuados. Normalmente, prolongar el coito es, para el varón, acortar su capacidad para disfrutar del sexo. Para la mujer, normalmente es prolongar su capacidad para distraerse.

Uno de los muchos tópicos que Valérie Tasso desmonta en su Antimanual de sexo, del que hablaremos mucho aquí, es el de que el hombre, cuanto más aguante, significa que es mejor amante. La autora opina que confundir tiempo con calidad es como confundir valor con precio, que el coito es una alternativa erótica más para los que quieran interactuar sexualmente, y que al igual que no hay mejor manera de disfrutar del tiempo que despreocupándose de él, no hay mejor manera de ser un buen amante que despreocupándose de serlo. Es el mensaje que Valérie lanza a todos aquellos que piensan que el sexo es sinónimo exclusivo de "meterla" (y meterla además, de determinada manera), y a aquellos que sienten por razones sociales y culturales la presión sexual psicológica que en este sentido anida un poco en el inconsciente colectivo, la impresión del coito percibido a veces inconscientemente como una obligación, lo que, en muchos casos, acaba traduciéndose en problemas de impotencia cuya etiología más frecuente es por este motivo psicológica y no médica.