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27/9/09

Evolución de la sexualidad masculina

Unas palabras de la doctora y profesora de Sexología Carmen López Sosa correspondientes al capítulo "El sexo de los hombres" del libro Sexo y solo sexo que escribió para tratar de dar respuesta a algunas de las dudas e inquietudes que le han ido transmitiendo muchas personas a lo largo de su experiencia profesional, además de para intentar acabar con el pudor que abochorna a muchas personas reticentes a acudir a una consulta de sexo aclarando que la sexualidad es tan normal como comer, beber o reír.

El modelo de sexualidad más conocido es el del varón. La razón es obvia: nos hemos movido en una cultura patriarcal. No obstante, esa misma ventaja que permite que se estudie más y sea más conocido se circunscribe a sus capacidades biológicas. Los Kamasutras, los artículos y los libros están destinados, en su mayoría, a argumentar sobre el pene, sobre el hecho de que los hombres practican sexo sin amor, que el sexo ocasional les gusta, que son polígamos, que son genitalistas, que desean sexo-coito con más frecuencia que las mujeres y que suelen tener orgasmos siempre, etcétera. En estos textos se percibe una ausencia llamativa, la que elude a la dimensión de los sentimientos y las emociones. Por ello me sorprendió gratamente el interés de varios hombres por explicarme qué sentían, deseaban y pensaban acerca de su papel en las actividades sexuales.

En principio, sobre todo los que no han cumplido los cincuenta y cinco años, deseaban que sus mujeres gozaran en las relaciones sexuales. Por fin ha caído el mito sostenido por las generaciones precedentes acerca de que la mujer normal no disfruta sexualmente. En la sesentena abunda más el varón que "ha arrojado la toalla" y se ha acostumbrado a que su mujer acepte un coito de cumplido de cuando en cuando, mientras que para aliviar sus necesidades acude a la prostitución o a alguna amante fija o esporádica.

Este deseo de que sus compañeras sexuales disfruten los ha obligado a introducir las caricias en sus conductas sexuales, aunque se perciben diferencias notorias: mientras que los jóvenes acarician todo el cuerpo, los talluditos (de cuarenta y cinco a cincuenta y cinco años de edad) se centran en las zonas "nalgas-pecho-nalgas". También se percibe que el joven disfruta acariciando, le gusta. El más mayor lo hace por exigencias de la mujer, pero si ésta no lo impusiera, podría prescindir de los preliminares, ya que no degusta el placer de acariciar el cuerpo. Esto se percibe en la caricia, ya que no tiene vida, es como un ritual. No hay deleite. Están esperando a que la mujer se excite para abandonar la tarea y pasar cuanto antes al coito. En la sesentena acarician un minuto, centrados en el pecho y poco más.

Otro cambio loable es la admisión por parte de los jóvenes de la eyaculación precoz. No los asusta informarse y desean solucionar el problema, dado que los frustra eyacular inmediatamente. Sin embargo, los mayores de cuarenta años de edad lo admiten con dificultad y apenas acuden a las consultas de sexología a solventar esta disfunción, aun cuando ésta tiene una solución fácil y relativamente rápida. Las amigas de estos eyaculadores rápidos se quejan de que los hombres, una vez eyaculan, no continúan con el juego amoroso. Hay que tener en cuenta que a los varones, sobre todo de los cuarenta años en adelante, nada más eyacular les desaparece el deseo y la excitación, y quedan agotados, necesitan un tiempo para recuperarse. La eyaculación precoz -disfunción del control de la eyaculación- es bastante habitual y ahonda sus raíces en el desfase que existe entre las curvas de excitación masculina y femenina. Es un problema de interacción, ya que lo fisiológico es que el hombre eyacule en cuanto tenga ganas. Generalmente, este tema se aborda en pareja en las consultas de sexología, incidiendo en ambos, aunque no es estrictamente necesario.

Otro cambio es el que representa el grupo de hombres conocidos como "metrosexuales" o "heterogays", o tal como lo llaman algunos homosexuales, "gayheteros". Estos conceptos aparecen en Inglaterra, y es Mark Simpson quien acuña en 1994 el término para definir al "nuevo hombre" del siglo XXI. Básicamente, este nuevo varón es un "narcisista" con dinero que vive en la ciudad, le gusta vestirse con ropa a la última, se pinta las uñas, se cuida la piel, usa cremas, se tiñe el pelo, se depila, cocina, decora y se hace la cirugía estética. Puede ser homosexual, heterosexual o bisexual, eso no importa. Lo que interesa es que el tipo se "gusta" a sí mismo y lo trascendental es que no tiene miedo a exteriorizarlo. En general se pasa mucho tiempo delante del espejo. Parece ser que muchos de ellos se sienten "liberados" de la imagen de "macho" que ha caracterizado al varón durante siglos. Posiblemente, este nuevo varón está en contacto con su parte femenina y no tiene miedo de exteriorizarlo. Suelen tener bastante éxito con las mujeres.

El cambio que ha supuesto el metrosexual se basa principalmente en la imagen, pero existen otros cambios que se relacionan más con el interior y que representan a un "hombre que deja salir su parte femenina" sin miedo a mostrar que es capaz de emocionarse, sentirse débil, pedir ayuda, llorar, mostrar que le duelen las cosas, admitir que hay algunos detalles que es incapaz ni siquiera de barruntar, abandonarse al placer del cuerpo, olvidarse un poco del pene, exigir que le deseen explícitamente, escuchar palabras de cariño que son besos al sexo, sin confundirlas con deseo de sexo, desear amor sin artificios e intereses, pensar que el placer de la mujer depende en gran medida de ella misma.

Este nuevo hombre, que ronda los treinta y cinco años, no quiere realizar peticiones sexuales, está harto de correr el riesgo a ser rechazado, manifiesta que siente incertidumbre ante el rol que debe adoptar: "Si pides, eres un obseso y si no pides, se creen que eres homosexual". Esto está generando que muchas veces el chico se mantenga a la expectativa y no dé ningún paso en la conquista, esperando a que las mujeres tomen la iniciativa.

Asimismo, se quejan de las mañas de las mujeres en el asunto de la conquista. Ellos dicen que las mujeres actúan con los ligues de la misma forma que suben una escalera de cuerda: no sueltan un peldaño hasta que no tienen asido el siguiente, es decir, no dejan a un chico hasta que no tienen recambio. Mientras se deciden o no a dejar a uno, juegan al rechazo esperando, al quizá. Este tipo de manipulación femenina tiene su origen en el instinto previsor de las mujeres y parece que cada vez produce más rechazo entre los jóvenes, que no se sienten atraídos por levantarle la novia a otros ni vencer en los duelos amorosos.

Otro cambio que se ha producido en los varones mayores que conviven con una mujer durante largo tiempo es manifestar abiertamente que necesitan que la mujer les desee sexualmente, les piropee, les toque y les diga: "Me gusta tu cuerpo y lo deseo", así de clarito, en correspondencia a las manifestaciones continuas que ellos hacen.

Al menos en un grupo cada vez más numeroso de hombres se aprecia un cambio en el modelo de sexualidad masculina. Al parecer, hay otras demandas, en las que la afectividad va congraciándose con la sexualidad en una necesidad de tener vivencias emocionales que sobrepasan el placer puramente genital.

Carmen López Sosa, Sexo y solo sexo

1 comentario:

Daemonicus Imprimatur dijo...

Como siempre, interesante. Me alegra comprobar que los hombres evolucionan, aunque en algunos casos parece que les cuesta e incluso a mí me sorprende que chicos de apenas 20 años sigan teniendo en la cabeza esquemas de pensamiento más propios de sus abuelos. En fin, bienvenido sea el cambio.

 

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