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25/11/09

Ser una buena amante

Asistimos a una época en la que la sexualidad humana, sobre todo la femenina, empieza tímidamente a liberarse de las cadenas del prejuicio, el tabú, los miedos e inseguridades y el yugo cultural machista heredado. O quizá estoy siendo demasiado optimista. Naturalmente hay de todo y los hombres y mujeres que se abren sin reservas a su propio hedonismo no son aún la mayoría ni limitándose exclusivamente al ámbito de los países desarrollados, cuyos ciudadanos debo suponer más y mejor informados y educados.

El caso es que no es oro todo lo que reluce y los cambios conviene hacerlos con moderación, prudencia, pensando lo que se hace y sobre todo consultándose a sí mismo sobre la conveniencia o no del cambio, porque en caso de duda, nadie sabe mejor lo que nos gusta y lo que no nos gusta que nuestro propio cuerpo. Digo esto porque muchas veces ocurren fiebres y malos contagios sociales por los que lo que es bueno o deseable para uno, se presupone bueno o deseable para todos, lo cual es un error que genera malestar, angustias e inseguridades. Se ha hablado tanto de sexo que han llegado a estandarizarse injustificadamente muchas cosas que no satisfacen a todos por igual porque, sencillamente, cada uno tiene sus gustos y en el tema de la sexualidad humana no se pueden forzar las cosas.

En el epígrafe "Los miedos de las mujeres", del libro Sexo y solo sexo, la autora hace un genial análisis, valiéndose del sarcasmo y la ironía fina, de los extremos a los que podemos llegar. En concreto es muy divertido el apartado dedicado al miedo a no ser una buena amante, donde habla del reduccionismo que supone muchas veces confundir amar con practicar sexo. Y es que según muchas publicaciones basura del presente, algunas con más reconocimiento del que merecen, parece que incluso hubiese una especie de retrato robot de la perfecta amante, entre cuyos requisitos nunca falta la abierta predisposición a prácticas como la felación, los tríos, el coito anal, striptease, juguetes, que gima de placer hasta el escándalo público, que se depile el vello púbico y una serie de cuestiones que parecen sacadas de la última película de porno profesional.

La felación suele producir un placer ínclito al varón, y le gusta a una mayoría; hasta ahí, de acuerdo. Ahora bien, este asunto ha llegado al extremo de que parece que, además, tiene que extasiar, excitar y producir un orgasmo a las mujeres; esto es una exageración. Hacerlo o no es asunto de cada uno. Habrá mujeres a las que las excite y otras que lo hagan por amor, y habrá otras que no lo admitan de ninguna forma. Pero considerarlo una disfunción sexual etiquetada como "inapetencia a chupar el pene" por un ponente en un congreso de sexólogos produce asombro. Puestos a bautizarla, ¿por qué no llamarla "anorexia fálica"? Ahora bien, puestos a divagar, podríamos pensar que quizá el ponente y algunos otros hombres padezcan "bulimia fálica" o APP, "atención primaria al pene".

Los manuales que animan a la práctica nos documentan no solo acerca de la técnica de deglución, sino que realizan un análisis de los componentes del semen: vitaminas, aminoácidos y proteínas. ¡Vamos, un auténtico manjar!, una exquisitez de la naturaleza que puede ahorrarle hasta el hacer la compra, ¡quién sabe! Fíjense hasta donde llega el tema que hay quien afirma que es bueno para el cutis. Vamos, que hasta se pueden reducir las arrugas. Los componentes del semen son esos, pero también los de otros líquidos corporales, y no por ello los ingerimos.

Por curiosidad, si recorren una estantería de una librería o un quiosco, encontrarán numerosos manuales del tipo "disfruta de tu cuerpo", "manual de la buena amante", "hazle gritar de placer", "recetas para ser una buena amante", "afrodisíacos", "haz feliz a tu hombre", "si quieres conquistar a un hombre", "tu mejor amigo, el pene", etc. Nos ofrecen consejos expertos, avezados ellos o ellas en esta lid de practicar sexo, exhortándonos a ser buenas amantes, delicias de los hombres, campeonas en la cama. Solo hay que hacer todo tipo de cosas. De entre las más peregrinas, una es instalarte una verdulería en la vagina: juegue con su pareja a introducirse pepinos, zanahorias, calabacines, etc. Otras técnicas consisten en practicar con velas y otros instrumentos para preparar el ano para ser penetrado.

Alguna experimentada documentalista -no sé de dónde proceden sus documentos- afirma, además, que la mujer disfrutará muchísimo si pone en práctica sus consejos, entre otros: introducir hielitos en la vagina, esperar a la pareja desnudita con un delantal y una comida afrodisíaca, sorprender a la pareja en el trabajo desnuda cubierta por un abrigo de pieles, etc. Perdonen ustedes, pero en los rigores climáticos de algunas zonas de la península, la pobre va a contraer una pulmonía, y si me apura un poco, el marido/compañero/amigo puede perder el trabajo o puede perderlo ella, ya que deberá perder un día para hacer esas correrías.

Una crítica a estos kamasutras, que no me resisto a hacer, es que reproducen un modelo sexual desexuado y machista en el que las mujeres son actrices de reparto que ripian un papel. Ese constreñimiento de la sexualidad a meras poses conducentes a introducirse de todo por todos los orificios posibles (boca, vagina y ano) acaba por ofrecernos una imagen esperpéntica de las relaciones sexuales humanas.

La trascendencia de este tema son las repercusiones que produce en algunas personas que leen y creen a pies juntillas estas aseveraciones. Surge ansiedad e inseguridad en muchas mujeres, mientras que otras se ven forzadas a realizar determinadas prácticas sin tener ninguna convicción y repiten actos sin sentir nada, ya que solo actúan. Estas cosas se hacen por amor, porque le gustan a la pareja, porque parece que lo hace todo el mundo, porque es mejor dárselo en casa, no vaya a ser que lo busque fuera, por estar al día o por ser progresista. Lo más fuerte de todo es que hay mujeres que piensan que no son normales y tienen una opinión de sí mismas deplorable: yo he oído decir: "En la cama soy un desastre".

Recuerdo un señor que solicitó una consulta porque tenía problemas en sus relaciones sexuales de pareja. Después de tres cuartos de hora de contarnos lo bien que le iba aterrizó en la demanda. Quería que convenciéramos a su mujer para practicar el coito anal. Esgrimía como argumento que le faltaba eso. Él había leído que se disfrutaba mucho y que las estadísticas daban un porcentaje alto de práctica -muchas de las encuestas son encargos financiados por empresas interesadas en determinados mercados-. Hablamos respecto al tema y su mujer zanjó el asunto con una decisión salomónica: "De acuerdo, pero empezamos contigo. Yo te meto un vibrador y si tienes placer, ya veremos". No sé lo que sucedió porque yo no los volví a ver.

Otro caso era el de un matrimonio en el que el marido exigía a la mujer que si verdaderamente lo quería y era una buena amante, debería incorporar a otros en la relación sexual. Quería probar una orgía. Aquello acabó mal. Sin embargo, he conocido a otras parejas que introducían estas prácticas dentro de sus biografías sexuales sin problemas.

Con esto quiero decir que la etiqueta de ser buena amante no tiene gran cosa que ver con hacer esto o aquello, sino con estar a gusto con lo que uno hace, sentir y transmitir lo que uno siente, dialogar, llegar a acuerdos, aceptar cosas siempre que a uno no le dañe, entregarse al placer de uno mismo (fíjense en que no me refiero al placer del otro, sino al de uno mismo). Se puede hacer lo que a ambos les agrade.

Un ejemplo de lo que es ser "buenos amantes" lo recibí de unos viejecitos de ochenta y siete años que acudieron a la consulta porque él tenía problemas de erección -entonces no había Viagra-. Aquella pareja despertaba ternura, distendía el ambiente, te ponía una sonrisa en la cara. El viejecito hablaba de su compañera con verdadera adoración y ella le miraba arrebatada, se le iluminaban los ojos con la figura de su marido. Él me contaba su biografía sexual, lo voluptuoso de aquel cuerpo envejecido. Su pequeñita le había propiciado siempre regocijo. Al abrazarla, él sentía que ella era su refugio, se tenían el uno al otro. Tocarla le excitaba: "Tiene un cuerpo lleno de vida. Fíjese, me ha dado ocho hijos". Ella le besaba la mano. Me suplicó que le diera algo, que él sufría mucho por no poder dar su hombría. Yo le pregunté a esta señora si se sentía insatisfecha y me dijo: "No, doctora, porque él me hace disfrutar de otra forma. Siempre he gozado, pero su sufrimiento es mío y él quiere cumplir conmigo y su bien es mi bien". Aquella pareja había entendido muy bien lo que era el sexo/seso. Aquellos buenos amantes andan aún por mi ciudad. Tienen más de noventa años, van a pasito quedo, lentamente, amarrados por la vida, enfundados en unos cuerpos viejos y con una vida sexual joven renovada en cada siesta, en cada noche.

Carmen López Sosa, Sexo y solo sexo

2 comentarios:

Daemonicus Imprimatur dijo...

Falsos mitos, hay que romper, decían los "Barón Rojo", aunque hablando de rock, pero para el caso es lo mismo. Sólo espero que el número de los que se sienten coaccionados por la idea de ser "un buen amante" de este siglo sea decreciente.

P.D.: Ojalá llegara yo a viejo como han llegado los del libro.

Daemonicus Imprimatur dijo...

EL alter ego de Carolina es Sasha Grey. A disfrutar como hay Dios (o no).

 

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