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25/11/10
Aprender de nuestro pasado
«Personalmente siempre he tenido la suerte de trabajar con excelentes personas, porque las que no eran excelentes, que también las ha habido, sencillamente no cuentan en mi presente, ya que no ocupan un mínimo de mi energía. Sin embargo, hubiera cometido un error imperdonable si no hubiera extraído los aprendizajes útiles de esas vivencias. Todas las personas tienen o han tenido utilidad en nuestras vidas, porque de todas hemos podido aprender algo; y a veces algo tan esencial como ¡no dejar que nos coman la moral! y no sufrir inútilmente por el simple hecho de que esas personas parezcan tener, como única misión, la finalidad de amargarnos la vida.
El ser humano es tan complejo como apasionante, pero es cierto que algunas veces nos hubiéramos sentido más felices si no hubiéramos tenido el privilegio de conocer, compartir o trabajar con determinadas personas. Habrá pocos lectores que no se hayan encontrado en sus vidas con algunas de estas personas, y seguramente han maldecido más de una vez su mala suerte por coincidir con ellas. Pero la verdad es que no solemos tener la oportunidad de elegir a la mayoría de nuestros acompañantes.
Cuando somos estudiantes alguien elige a qué colegio debemos ir, y la suerte determina el tipo de alumnos y profesores que nos acompañarán en una etapa clave de nuestra vida. Posteriormente, en el trabajo tampoco tenemos muchas opciones para seleccionar los que serán nuestros compañeros de faena. Incluso cuando creemos poder elegir la clase de restaurante, cine o teatro al que vamos a ir, difícilmente podemos controlar a las personas que estarán a nuestro alrededor en esos sitios. Podríamos seguir indefinidamente poniendo ejemplos que nos demostrasen nuestra poca capacidad de elección, en relación a muchas de las personas con las que nos encontraremos en nuestras vidas, pero seguro que a estas alturas la mayoría somos conscientes de esta realidad; no obstante, la evidencia nos demuestra, día a día, que nos empeñamos en no aceptar este hecho y, en lugar de generar recursos que nos hagan sentirnos bien por nosotros mismos, nos empeñamos en una lucha tan estéril como agotadora: ¡que cambien las personas que nos rodean y hagan lo que nosotros creemos que deben hacer!
¿Cuántas veces oímos que fulanito o menganita está muy mal porque ha tenido muy mala suerte con los compañeros/as que le han tocado? y en lugar de buscar, dentro del fulanito de turno, las soluciones a esa situación, nos perdemos en un rosario interminable de argumentos que justifiquen el malestar de esta persona. ¡Valiente ayuda le estamos dando! En lugar de sacarle de ese pozo, le estamos diciendo que aún seguirá cayéndose, porque no tiene dónde agarrarse.
Aunque parezca demasiado crudo, eso es lo que hacemos habitualmente, y con ello caemos en uno de los errores más característicos de nuestra sociedad: creer que nuestro bienestar depende, en gran medida, de los demás. Afortunadamente, la realidad es muy distinta y el ser humano puede extraer los aprendizajes útiles de esas situaciones, para ello le sirven su inteligencia y su experiencia, pero si en lugar de hacerlo así se vuelca en buscar argumentos que justifiquen su malestar, caerá en un falso determinismo que enturbiará y condicionará parte de su vida.»
1 comentario:
Totalmente de acuerdo. No podemos escoger con quién nos vamos a encontrar en nuestra vida pero sí cómo nos van a hacer sentir, pues solo nosotros debemos ser dueños de nuestras propias emociones. Tendemos a externalizar la culpa, lo cual refleja nuestra falta de un locus de control interno. Cuando sintamos que "alguien nos está amargando la vida" debemos recapacitar: ¿realmente se merece esa persona que le estemos otorgando semejante poder sobre nosotros?
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